Este domingo 28 de noviembre de 2010
comenzaremos un caminito espiritual que se llama adviento,
debemos prepararnos lo mejor posible para tener un encuentro cercano
con Jesucristo que quiere nacer en cada corazón.
El Adviento es tiempo de espera, de conversión, de esperanza:Tiempo de espera-memoria de la primera y humilde venida del Salvador en nuestra carne mortal. Dios, todopoderoso, extremo de amor, se hizo niño, eligiendo nuestra condición. Y es también tiempo de espera-súplica de la última y gloriosa venida de Cristo, Señor de la historia y Juez universal.
Es tiempo de conversión, a la cual invita con frecuencia la Liturgia, mediante la voz de los profetas y sobre todo de Juan Bautista: "Convertios, porque está cerca el reino de los cielos" (Mt 3,2). Es un tiempo de preparación del corazón para que Jesús “renazca” en nuestra vida. Y de esperanza gozosa de que la salvación ya realizada por Cristo (cfr. Rom 8,24-25) y las realidades de la gracia ya presentes en el mundo lleguen a su madurez y plenitud, por lo que la promesa se convertirá en posesión, la fe en visión y "nosotros seremos semejantes a Él porque le veremos tal cual es" (1 Jn 3,2)
La piedad popular es sensible al tiempo de Adviento, sobre todo en cuanto memoria de la preparación a la venida del Mesías. Está sólidamente enraizada en el pueblo cristiano la conciencia de la larga espera que precedió a la venida del Salvador. Los fieles saben que Dios mantenía, mediante las profecías, la esperanza de Israel en la venida del Mesías.
A la piedad popular no se le escapa, es más, subraya llena de estupor, el acontecimiento extraordinario por el que el Dios de la gloria se ha hecho niño en el seno de una mujer virgen, pobre y humilde. Los fieles son especialmente sensibles a las dificultades que la Virgen María tuvo que afrontar durante su embarazo y se conmueven al pensar que en la posada no hubo un lugar para José ni para María, que estaba a punto de dar a luz al Niño (cfr. Lc 2,7).
Con referencia al Adviento han surgido diversas expresiones de piedad popular, que alientan la fe del pueblo cristiano y transmiten, de una generación a otra, la conciencia de algunos valores de este tiempo litúrgico.