9 mar 2014
5 mar 2014
MENSAJE DE CUARESMA 2014 PAPA FRANCISCO.
MENSAJE DEL SANTO PADRE
FRANCISCO
PARA LA CUARESMA 2014
PARA LA CUARESMA 2014
Se hizo pobre para enriquecernos con
su pobreza (cfr. 2 Cor 8, 9)
Queridos hermanos y hermanas:
Con ocasión de la Cuaresma os propongo algunas reflexiones, a fin de que os
sirvan para el camino personal y comunitario de conversión. Comienzo recordando
las palabras de san Pablo: «Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo,
el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su
pobreza» (2 Cor 8, 9). El Apóstol se dirige a los cristianos de
Corinto para alentarlos a ser generosos y ayudar a los fieles de Jerusalén que
pasan necesidad. ¿Qué nos dicen, a los cristianos de hoy, estas palabras de san
Pablo? ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la invitación a la pobreza, a una vida
pobre en sentido evangélico?
La gracia de Cristo
Ante todo, nos dicen cuál es el estilo de Dios. Dios no se revela mediante el
poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza:
«Siendo rico, se hizo pobre por vosotros…». Cristo, el Hijo eterno de
Dios, igual al Padre en poder y gloria, se hizo pobre; descendió en medio de
nosotros, se acercó a cada uno de nosotros; se desnudó, se “vació”, para ser en
todo semejante a nosotros (cfr. Flp 2, 7; Heb 4, 15). ¡Qué gran
misterio la encarnación de Dios! La razón de todo esto es el amor divino, un
amor que es gracia, generosidad, deseo de proximidad, y que no duda en darse y
sacrificarse por las criaturas a las que ama. La caridad, el amor es compartir
en todo la suerte del amado. El amor nos hace semejantes, crea igualdad, derriba
los muros y las distancias. Y Dios hizo esto con nosotros. Jesús, en efecto,
«trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con
voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se
hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en el
pecado» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium
et spes, 22).
La finalidad de Jesús al hacerse pobre no es la pobreza en sí misma, sino
—dice san Pablo— «...para enriqueceros con su pobreza». No se trata de un
juego de palabras ni de una expresión para causar sensación. Al contrario, es
una síntesis de la lógica de Dios, la lógica del amor, la lógica de la
Encarnación y la Cruz. Dios no hizo caer sobre nosotros la salvación desde lo
alto, como la limosna de quien da parte de lo que para él es superfluo con
aparente piedad filantrópica. ¡El amor de Cristo no es esto! Cuando Jesús entra
en las aguas del Jordán y se hace bautizar por Juan el Bautista, no lo hace
porque necesita penitencia, conversión; lo hace para estar en medio de la gente,
necesitada de perdón, entre nosotros, pecadores, y cargar con el peso de
nuestros pecados. Este es el camino que ha elegido para consolarnos, salvarnos,
liberarnos de nuestra miseria. Nos sorprende que el Apóstol diga que fuimos
liberados no por medio de la riqueza de Cristo, sino por medio de su
pobreza. Y, sin embargo, san Pablo conoce bien la «riqueza insondable de
Cristo» (Ef 3, 8), «heredero de todo» (Heb 1, 2).
¿Qué es, pues, esta pobreza con la que Jesús nos libera y nos enriquece? Es
precisamente su modo de amarnos, de estar cerca de nosotros, como el buen
samaritano que se acerca a ese hombre que todos habían abandonado medio muerto
al borde del camino (cfr. Lc 10, 25ss). Lo que nos da verdadera
libertad, verdadera salvación y verdadera felicidad es su amor lleno de
compasión, de ternura, que quiere compartir con nosotros. La pobreza de Cristo
que nos enriquece consiste en el hecho que se hizo carne, cargó con nuestras
debilidades y nuestros pecados, comunicándonos la misericordia infinita de Dios.
La pobreza de Cristo es la mayor riqueza: la riqueza de Jesús es su confianza
ilimitada en Dios Padre, es encomendarse a Él en todo momento, buscando siempre
y solamente su voluntad y su gloria. Es rico como lo es un niño que se siente
amado por sus padres y los ama, sin dudar ni un instante de su amor y su
ternura. La riqueza de Jesús radica en el hecho de ser el Hijo, su
relación única con el Padre es la prerrogativa soberana de este Mesías pobre.
Cuando Jesús nos invita a tomar su “yugo llevadero”, nos invita a enriquecernos
con esta “rica pobreza” y “pobre riqueza” suyas, a compartir con Él su espíritu
filial y fraterno, a convertirnos en hijos en el Hijo, hermanos en el Hermano
Primogénito (cfr Rom 8, 29).
Se ha dicho que la única verdadera tristeza es no ser santos (L. Bloy);
podríamos decir también que hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos
de Dios y hermanos de Cristo.
Nuestro testimonio
Podríamos pensar que este “camino” de la pobreza fue el de Jesús, mientras
que nosotros, que venimos después de Él, podemos salvar el mundo con los medios
humanos adecuados. No es así. En toda época y en todo lugar, Dios sigue salvando
a los hombres y salvando el mundo mediante la pobreza de Cristo, el cual
se hace pobre en los Sacramentos, en la Palabra y en su Iglesia, que es un
pueblo de pobres. La riqueza de Dios no puede pasar a través de nuestra riqueza,
sino siempre y solamente a través de nuestra pobreza, personal y comunitaria,
animada por el Espíritu de Cristo.
A imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a mirar las
miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar
obras concretas a fin de aliviarlas. La miseria no coincide con la
pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin
esperanza. Podemos distinguir tres tipos de miseria: la miseria material, la
miseria moral y la miseria espiritual. La miseria material es la que
habitualmente llamamos pobreza y toca a cuantos viven en una condición que no es
digna de la persona humana: privados de sus derechos fundamentales y de los
bienes de primera necesidad como la comida, el agua, las condiciones higiénicas,
el trabajo, la posibilidad de desarrollo y de crecimiento cultural. Frente a
esta miseria la Iglesia ofrece su servicio, su diakonia, para responder a
las necesidades y curar estas heridas que desfiguran el rostro de la humanidad.
En los pobres y en los últimos vemos el rostro de Cristo; amando y ayudando a
los pobres amamos y servimos a Cristo. Nuestros esfuerzos se orientan
asimismo a encontrar el modo de que cesen en el mundo las violaciones de la
dignidad humana, las discriminaciones y los abusos, que, en tantos casos, son el
origen de la miseria. Cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en
ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa de las riquezas.
Por tanto, es necesario que las conciencias se conviertan a la justicia, a la
igualdad, a la sobriedad y al compartir.
No es menos preocupante la miseria moral, que consiste en convertirse
en esclavos del vicio y del pecado. ¡Cuántas familias viven angustiadas porque
alguno de sus miembros —a menudo joven— tiene dependencia del alcohol, las
drogas, el juego o la pornografía! ¡Cuántas personas han perdido el sentido de
la vida, están privadas de perspectivas para el futuro y han perdido la
esperanza! Y cuántas personas se ven obligadas a vivir esta miseria por
condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo cual les priva de la
dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de igualdad respecto de los
derechos a la educación y la salud. En estos casos la miseria moral bien podría
llamarse casi suicidio incipiente. Esta forma de miseria, que también es causa
de ruina económica, siempre va unida a la miseria espiritual, que nos
golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor. Si consideramos que no
necesitamos a Dios, que en Cristo nos tiende la mano, porque pensamos que nos
bastamos a nosotros mismos, nos encaminamos por un camino de fracaso. Dios es el
único que verdaderamente salva y libera.
El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual: en cada
ambiente el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe
el perdón del mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama
gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la vida
eterna. ¡El Señor nos invita a anunciar con gozo este mensaje de misericordia y
de esperanza! Es hermoso experimentar la alegría de extender esta buena nueva,
de compartir el tesoro que se nos ha confiado, para consolar los corazones
afligidos y dar esperanza a tantos hermanos y hermanas sumidos en el vacío. Se
trata de seguir e imitar a Jesús, que fue en busca de los pobres y los pecadores
como el pastor con la oveja perdida, y lo hizo lleno de amor. Unidos a Él,
podemos abrir con valentía nuevos caminos de evangelización y promoción
humana.
Queridos hermanos y hermanas, que este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la
Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la
miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico, que se resume en el
anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada
persona. Podremos hacerlo en la medida en que nos conformemos a Cristo, que se
hizo pobre y nos enriqueció con su pobreza. La Cuaresma es un tiempo adecuado
para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de
ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera
pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial.
Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele.
Que el Espíritu Santo, gracias al cual «[somos] como pobres, pero que
enriquecen a muchos; como necesitados, pero poseyéndolo todo» (2 Cor 6,
10), sostenga nuestros propósitos y fortalezca en nosotros la atención y la
responsabilidad ante la miseria humana, para que seamos misericordiosos y
agentes de misericordia. Con este deseo, aseguro mi oración por todos los
creyentes. Que cada comunidad eclesial recorra provechosamente el camino
cuaresmal. Os pido que recéis por mí. Que el Señor os bendiga y la Virgen os
guarde.
Vaticano, 26 de diciembre de 2013
Fiesta de San Esteban, diácono y protomártir
S.S. FRANCISCO
3 mar 2014
MIÉRCOLES DE CENIZA 2014
El
Miércoles de Ceniza la Iglesia marca el inicio de la Cuaresma, tiempo de
preparación a la Pascua recordándonos a los cristianos que somos creaturas, que esta vida es tan sólo
una preparación y que nuestro verdadero destino es llegar a Dios en la vida
eterna.
Al
momento de la imposición de la ceniza sobre nuestras cabezas, el sacerdote nos
recuerda las palabras del Génesis, después del pecado original: “Acuérdate,
hombre, de que eres polvo y en polvo te has de convertir”, que recuerdan a los
fieles tres verdades fundamentales: su nada, su condición de pecadores y la
realidad de la muerte.
El
Miércoles de Ceniza obliga a guardar ayuno, abstenerse de comer carne y se
recomienda participar en la liturgia de la imposición de la ceniza.
2 mar 2014
02 DE MARZO DIA DEL SEMINARIO DE GUADALAJARA
DOMINGO 02 DE MARZO
DÍA DEL SEMINARIO
DIOCESANO DE GUADALAJARA
CON TU ORACIÓN, TU
SACRIFICIO Y AYUDA
PODEMOS FORMAR A LOS
FUTUROS SACERDOTES.
¡Oh! Jesús, Pastor Eterno
de las almas!
Dígnate mirar con ojos de
misericordia
a esta porción de tu grey
amada.
Señor, necesitamos mayor
número de Sacerdotes,
multiplica las vocaciones
y santifica más y más a
nuestros Sacerdotes,
Te lo pedimos por la inmaculada
Virgen María de Guadalupe,
tu dulce y santa Madre.
¡Oh Jesús, danos
sacerdotes
según tu Corazón!
1 mar 2014
28 feb 2014
28 DE FEBRERO MISA DEL NIÑO DE LA SALUD
HOY VIERNES 28 DE FEBRERO
DE 2014, A LAS 6:00 DE LA TARDE, SERÁ LA MISA EN HONOR AL SANTO NIÑO DE
LA SALUD. AL TÉRMINO DE LA EUCARISTÍA SE HACE LA BENDICIÓN DEL AGUA Y SE IMPONE EN LA CABEZA DE LOS PRESENTES LA CAPITA DEL NIÑO, LOS ESPEREAMOS.
INTENCION ESPECIAL: TODOS LOS ENFERMOS PUEDEN ANOTAR AQUI A SUS ENFERMOS QUE MENCIONAREMOS EN LAS INTENCIONES DE MISA.
27 feb 2014
LOS JUEVES EUCARÍSTICO
RECUERDA QUE TODOS LOS JUEVES EL SANTISIMO SACRAMENTO ESTÁ EXPUESTO EN NUESTRO TEMPLO PARROQUIAL DE APOZOL, ZACATECAS. DESDE EL TERMINO DE LA MISA DE 8:00 DE LA MAÑANA HASTA LAS 6:00 DE LA TARDE MOMENTO EN QUE SE DA LA BENDICIÓN.
NO OLVIDES VISITARLO.
VISITA A JESÚS SACRAMENTADO
¡Oh Jesús de mi alma, encanto único de mi corazón!, heme aquí postrado a tus plantas, arrepentido y confuso, como llegó el hijo pródigo a la casa de su padre. Cansado de todo, sólo a Ti quiero, sólo a Ti busco, sólo en Ti hallo mi bien. Tú, que fuiste en busca de la Samaritana; Tú, que me llamaste cuando huía de Ti, no me arrojarás de tu presencia ahora que te busco. Señor, estoy triste, bien lo sabes, y nada me alegra; el mundo me parece un desierto. Me hallo en oscuridad, turbado y lleno de temor e inquietudes...; te busco y no te encuentro, te llamo y no respondes, te adoro, clamo a Ti y se acrecienta mi dolor. ¿Dónde estás, Señor, dónde, pues no gusto las dulzuras de tu presencia, de tu amor?
Pero no me cansaré, ni el desaliento cambiará el afecto que me impulsa hacia Ti. ¡Oh buen Jesús! Ahora que te busco y no te encuentro recordaré el tiempo en que Tú me llamabas y yo huía... Y firme y sereno, a despecho de las tentaciones y del pesar, te amaré y esperaré en Ti. Jesús bueno, dulce y regalado padre y amigo incomparable, cuando el dolor ofusque mi corazón, cuando los hombres me abandonen, cuando el tedio me persiga y la desesperación clave su garra en mí, al pie del Sagrario, cárcel donde el amor te tiene prisionero, aquí y sólo aquí buscaré fuerza para luchar y vencer.
No temas que te abandone, cuando más me huyas, más te llamaré y verteré tantas lágrimas que, al fin, vendrás... Sí..., vendrás, y al posarte, disfrutaré en la tierra las delicias del cielo. Dame tu ayuda para cumplir lo que te ofrezco; sin Ti nada soy, nada puedo, nada valgo... Fortaléceme, y desafiaré las tempestades. Jesús, mío, dame humildad, paciencia y gratitud, amor..., amor, porque si te amo de veras, todas las virtudes vendrán en pos del amor.
Te ruego por los que amo... Tú los conoces, Tú sabes las necesidades que tienen; socórrelos con generosidad. Acuérdate de los pobres, de los tristes, de los huérfanos, consuela a los que padecen, fortalece a los débiles, conmueve a los pecadores para que no te ofendan y lloren sus extravíos. Ampara a todos tus hijos, Señor, más tierno que una madre. Y a mí, que te acompaño cuando te abandonan otros, porque he oído la voz de la gracia; a mí, que no te amo por el cielo, ni por el infierno te temo; a mí, que sólo busco tu gloria y estoy recompensado con la dicha de amarte, auméntame este amor y dadme fortaleza para luchar y obtener el apetecido triunfo.
Adiós, Jesús de mi alma salgo de tu presencia, pero te dejo mi corazón; en medio del bullicio del mundo estaré pensando en Ti, y a cada respiración, entiende. oh Jesús, que deseo ser tuyo. Amén.
25 feb 2014
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